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Italia. Digámoslo claramente: queremos a Alfredo fuera del 41bis./ de la redacción de Bezmotivny

Nuestra propuesta no es la de una campaña especializada contra el 41bis o contra las cárceles: no porque nos gusten estas instituciones o porque pensemos que alguien debe estar encerrado en ellas, sino porque creemos que es urgente partir de un objetivo más «sencillo», sabiendo perfectamente que cuando lo hayamos conseguido no habremos ni siquiera empezado en nuestra lucha, que es por la revolución social.

La lucha por la destrucción de la prisión no puede ganarse mientras existan los Estados y las autoridades: por lo tanto, son batallas que deben llevarse a cabo continuamente, pero nos gustaría, en este caso, tratar de darnos un objetivo que sea alcanzable incluso a corto o medio plazo.

La lucha contra la cárcel es -en sí misma- una lucha contra lo existente, porque el fin de las cárceles significa el fin del Estado; asimismo, la lucha contra el 41bis, en Italia, toca algunos de los fundamentos del Estado italiano, que desde su introducción lo ha convertido en el caballo de batalla de la «lucha contra la mafia». Digámoslo con claridad y humildad: el 41bis es uno de los pilares ideológicos del Estado italiano, que tiene entre sus lemas «¡41bis o muerte!». La guerra contra la mafia nos lo ha demostrado: el Estado, en lugar de renunciar al 41 bis, ha estado dispuesto a hacer pagar a la población las bombas de la mafia, como la masacre de la calle Georgofili en Florencia o la de la calle Palestro en Milán. Por lo tanto, nos parece difícil que sobre la abolición de ese régimen penitenciario en concreto (como por otro lado de la prisión en general) se pueda ejercer presión, ya sea inofensiva o violenta. Sin embargo, pensamos que presionar específicamente para que se rebaje la categoría de Alfredo es diferente. Esto no quiere decir que nuestros discursos, o nuestras acciones, deban diluirse. Hay que garantizar la radicalidad de nuestra lucha, incluso en el caso de una «reivindicación parcial» como la rebaja de Alfredo, no desvinculando nunca los objetivos que podemos y debemos marcarnos con las razones sociopolíticas de nuestro actuar anarquista. La radicalidad de la acción, de la propaganda, de la agitación son el único anticuerpo para reafirmar con fuerza que nuestra lucha es por la destrucción de lo existente, sin mediaciones, evitando que nuestras reivindicaciones, desde la de la liberación de un compañero hasta la de frenar tal o cual proyecto del capital, puedan ser asimiladas a un reformismo compatible con el poder.

Más allá de la emotividad, de la reacción visceral, hay motivaciones que nos llevan a plantear una lucha que no tiene pretensiones revolucionarias en sí misma, por el contrario, se centra en poner en marcha relaciones de fuerza para avanzar en una demanda -muy concreta- al Estado.

El hecho de que Alfredo esté actualmente detenido en el 41bis supone la imposibilidad de discutir y confrontar con él, supone perder a un compañero que tanto ha aportado al debate entre revolucionarios en los últimos años. Algunas de nuestras reflexiones se derivan también del hecho de que tuvimos la oportunidad de compartir con Alfredo, gracias también al trabajo de los compañeros de Vetriolo y Croce Nera (Cruz Negra).

Esta es una de las cosas que nos quitan. Porque, desde cierto punto de vista, el diálogo durante estos diez largos años de su encarcelamiento ha sido un estímulo para que crezcamos. Alfredo es un compañero que ha hecho, y queremos que siga haciendo, una contribución específica al movimiento anarquista internacional. Una contribución específica, elaborada a lo largo de los años, con un crecimiento teórico y práctico decisivo. Una contribución que nos ha llevado a volver a hablar seriamente del internacionalismo y de la revolución social. Una visión optimista que, a pesar de los barrotes, nos da fuerza y determinación a todos. Y por temor a que esta fuerza se expanda, la ministra Marta Cartabia ha decidido reprimir las intenciones de la revolución anarquista. Compartimos la opinión de Alfredo en el periódico Vetriolo de que el anarquismo necesita recuperar la credibilidad. Pero, en nuestra opinión, esta credibilidad no se crea sólo con la acción destructiva. Ciertamente, esta es necesaria, y cuya ausencia sufrimos en Italia hoy en día. Pero no es la única práctica que hemos dejado atrás: en muchas ciudades hemos dejado de organizarnos seriamente, de estar presentes, con nuestros métodos e ideas revolucionarias. Por eso nuestra impotencia -que obviamente queremos superar- no sólo se debe al hecho de que la acción es cada vez más lamentable, sino también a haber olvidado lo fundamental que es estar en la calle, estar allí como anarquistas declarados.

Además, es la primera vez que se impone este régimen a un anarquista, lo que no significa que mañana todos los anarquistas detenidos vayan a ser puestos en 41 bis, pero ciertamente es una advertencia directa a los anarquistas para que se callen una vez que estén encarcelados, para que tengan cuidado con sus palabras y su comportamiento. Cada vez que el Estado da un paso adelante, o bien consigues hacerlo retroceder o tienes que enfrentarte a situaciones cada vez más duras y restrictivas. Y no actuar cuando sentimos que se ha cruzado una línea significa asumir la responsabilidad de resignarnos a aceptar cosas que no se deben aceptar. Significa acostumbrarse a una normalidad cada vez peor, día tras día, hasta el punto de olvidar la posibilidad de que las cosas vayan por otro camino. Hasta hace unos años, era absurdo pensar en estar junto a soldados caminando por la ciudad, hoy los tanques se han convertido en normalidad. Por mucho que ya no nos estremezcamos ante las zonas rojas, nos arriesgamos a que mañana ni siquiera nos sorprenda que otro compañero sea enviado al 41bis.

Esto ha ocurrido demasiadas veces a lo largo del tiempo, en cualquier ámbito.

Con respecto a esto, obviamente viene a la mente la crítica de «por qué no antes». En 2002, cuando esta medida pasó de urgente a definitiva, se introdujo no sólo para los delitos de la mafia, sino también para el terrorismo y el tráfico de personas (aprovechando la ola del 11 de septiembre de 2001). Poco después, Nadia Lioce fue detenida y se confirmó su 41bis. El de las BR (Brigadas Rojas) -en la actualidad, Nadia Lioce, Roberto Morandi y Marco Mezzasalma siguen en el 41bis- fue el primer caso de aplicación de este régimen por motivos políticos: la lucha contra esta situación, también llevada a cabo por muchos compañeros, no fue especialmente participativa. La incapacidad de luchar en este punto probablemente abrió la puerta a lo que está ocurriendo ahora.

Muchas luchas, a lo largo de los años, se han originado a partir de reivindicaciones específicas (ya sea contra la construcción de cárceles, contra los CIEs, contra las bases militares, contra la devastación medioambiental…): en estos casos, los compañeros han visto a menudo -además del objetivo específico compartido- la posibilidad de mostrar el valor de un método (la autoorganización desde abajo, el ataque directo como método de lucha…) intrínseco a la trayectoria revolucionaria. Se ha intentado, aunque no siempre, remontar estas luchas a una visión más global, destacando las estrechas relaciones entre las distintas emanaciones del poder, así como el hecho de que el Estado y la patronal son siempre los culpables. Estos intentos no siempre han funcionado, porque el riesgo inherente a este tipo de luchas, que en sí mismas no son totales, es el de resignarse a una conservación del mundo existente, relegando la anarquía a ser la izquierda crítica de los movimientos populares. Pensamos que, para evitarlo, es fundamental tener siempre claro quiénes somos y qué queremos: así, en este caso, reivindicando como nuestras todas las acciones de las que se acusaba a Alfredo, recordando qué objetivos concretos había decidido golpear la Federación Anarquista Informal (de la que el compañero reivindica haber formado parte en la acción firmada Núcleo Olga) y continuando las luchas del movimiento anarquista, cada una a su manera, contra ellos (los CIEs, la «Europa fortaleza», las cárceles, las nucleares…). No transigir, en el discurso escrito, hablado o actuado, es la mejor manera de compartir las luchas sólo con quienes comparten nuestros objetivos, y no con aliados de conveniencia dispuestos a desvincularse a la mínima señal de represión.

Dicho esto, es necesario reflexionar para que esta propuesta no se convierta en una propuesta a la baja, porque la costumbre de ponernos pequeñas metas y olvidarnos de ser revolucionarios es un riesgo que siempre acecha. Para evitarlo, es crucial que esta lucha no se separe de las razones por las que luchamos contra lo existente. No debemos caer en la especialización, encerrándonos en este pequeño objetivo. Seguimos siendo nosotros, contra lo existente, y si ganáramos esta lucha ni siquiera habríamos empezado.

Lo que nos parece el problema crucial es cómo unir, en la práctica, el objetivo de sacar a Alfredo del 41bis y la lucha contra lo existente.

En cualquier caso, no nos parece que estemos partiendo de cero. Ya existe una lucha por Alfredo fuera del 41bis, sólo hay que ampliarla y reforzarla. En nuestra opinión, la forma de hacerlo debería ser objeto de debate.

La redacción de Bezmotivny

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